Lo reconozco: lo de tener una madre cocinera hace que algunas cosas nunca las tengas que hacer, porque ¡las hace ella! Es el caso de la croquetas. Para mi las croquetas llegan deliciosas y abundantes en una bolsa de congelador, listas para comer cuando se me antoje.
No las suelo comer fuera de casa (aunque mi chico está obsesionado con ellas y pide siempre que las ve) y nunca-jamás las he comprada precocinadas. Pero supongo que es lo bueno de ser hija de cocinera (y encima ser hija única).
El caso es que como no todo el mundo tiene a mi madre en casa… todos los meses tenemos el Mini taller de Croquetas, donde se aprende a preparar la tradicional masa bechamel con jamón y una más original de naranja y bacalao con rebozado de sésamo.
A mucha gente no le sale bien y tengo tres cosas para deciros de parte de mi madre:
– Usa una barilla para remover la masa desde el principio (no una cuchara de palo)
– Utiliza una manga pastelera para crear un churrito y poder cortarlo cómodamente, para que salgan todas igualitas, y vayas muchos más rápido.
– Ponte un domingo por la tarde (si tiene hijos ponles a rebozar) y haz un buen cargamento de croquetas y congela.
La crónica fotográfica del último taller.